lunes, 18 de febrero de 2019

EL TÉ DE LOS LUNES VII

El título de esta entrada iba a ser algo así como la vida, la muerte y la aceptación, incluso le iba añadir las redes.

Quizás esto no sea más que un divagar o un monólogo conmigo misma.

Hoy es lunes, de vuelta de un finde corto, pero intenso y estupendo, en familia. Me quedan cuatro días para estar de vacaciones, y ayer, de vuelta, estuve callada y reflexiva, y hoy fui a terapia y volví a sacar alguno de estos temas. Sí, voy a terapia, con una psicóloga, de las buenas, en breve hará un año, y voy casi cada semana. Y alguien puede pensar que me está tomando el pelo o como dice algún psicólogo amigo que parece que cronifican alguna enfermedad. Pero yo sé bien que no es así y que tengo en esta cabecita muchos asuntos por resolver, algunos ya resueltos y otros que van por buen camino. Me está costando un pico, sí, pero hay quien va a la peluquería o hacerse las uñas, que está muy bien, pero para mí es una inversión en salud mental. Cuando llevas más de cuarenta años con el mismo discurso y comportamientos repetidos el proceso para cambiarlos también es largo, y a veces, muchas veces, también difícil y doloroso, pero estoy muy contenta con lo conseguido, y por primera vez empiezo a ver el vaso más lleno que vacío.

Un tema recurrente es mi dificultad para aceptar, soy bastante peleona, y hasta hace poco, aunque quizás suene un poco soberbio decirlo, pocas de las cosas que he querido se me han resistido, con esfuerzo, con tesón, he ido consiguiendo mis propósitos, pero ya sabéis aquellos que me leéis, que hay uno en especial que se me ha resistido. Y tengo un serio problema a la hora de aceptar lo irremediable, aunque a veces el único "remedio" que se me ocurra sea seguir golpeándome contra un muro, y hacerme daño y hacérselo a quienes me rodean.

Respecto a este tema, que es de la maternidad, para quien venga nuevo por aquí, siempre he tenido claro (o casi siempre, porque ha habido momentos de dudas) que había líneas que no pensaba cruzar, entre ellos están la ovodonación  y los vientres de alquiler. Y ojo, que esto no es una crítica a quien utilice algunos de estos medios para llegar a su fin, es simplemente que yo, aquí y ahora, no me los planteo, porque me generan un serio dilema ético. Sé lo que se sufre, por experiencia propia, en un tratamieto, y no quiero que otra mujer lo sufra por mí a cambio de 1000 €, y menos aún me planteo alquilar el cuerpo de alguien para que durante 9 meses geste un hijo para mí. Son mis principios, es mi moral y no tienen que coincidir con los tuyos. Toda esta parrafada viene porque aún hay mucha gente que me dice que no me he hecho las sufientes fivs (la frase suele ser "una es muy poco", pero olvidan que yo he tenido 3 embarazos malogrados), también oígo a veces que por qué me rindo, que aún me quedan "cosas" (sí, usan esta palabra) por intentar. En estos días he escuchado dos podcast de Cristina Mitre que me han hecho mucho bien al respecto, y he aprendido el concepto de "rendición activa" que consiste básicamente en plantarte y decirte "hasta aquí hemos llegado", porque por poder, podría seguir mucho tiempo dándome cabezazos, pero hasta ahora por ese método creo que no se puede tener un bebé. Y luego está también saber que "cada uno de nosotros somos expertos en nostros mismos", por tanto lo que a ti te hace bien, no necesariamente es bueno para mí.

Estaréis pensando que qué tiene que ver todo esto que estoy contando con la vida, la muerte y la aceptación. Igual nada, pero para mí sí que hay una ligazón, un nexo. Y es que la vida es casi un milagro, es un ciclo de la naturaleza que además va irremediablemente ligado a la muerte, la una no existe sin la otra. Y yo, que he sido muy consciente de mi miedo a la muerte, a la mía y a la de quienes me rodean, que me ha costado siempre un mundo aceptar la muerte de amigos, familiares y seres queridos, no me había dado cuenta hasta ahora de que he querido por otra parte controlar siempre todo (siempre y todo, qué palabras, por cierto), y eso es un imposible, por más que lo intente no está en mi mano. Durante un largo período de tiempo no he sido capaz de dejar que las cosas fluyeran, que fuesen como debían, que cada cosa llegara cuando debía, ilusa de mí, pensando que todo es controlable, cuando no es así. Una amiga que ya no está me decía que "la vida te cambia en un segundo" y es cierto, aunque nos pese y nos duela.

Mi miedo y mi falta de aceptación para con la parca, viene de lejos, de mis 14 años, cuando en un periodo de año y medio, con una diferencia casi exacta entre todas las pérdidas, fallecieron por este orden, un primo de mi padre con treintaytrés años, y un tío a quien adoraba, ambos en accidente de coche (sí, también tengo miedo a conducir) y mi abuelo de una enfermedad fulminante. De ninguno me pude despedir, aunque dos de ellos sí lo hicieron de mí.

Luego han venido otras muertes incluso más difíciles de entender, un amigo de la infancia en accidente laboral, mi amiga Luisa, con un año menos de la edad que yo tengo ahora, mi prima, pocos años menor que yo, y el curso pasado todo esto se reavivó con la muerte por suicidio de un exalumno con apenas veinte años.

Voy a parar aquí, porque no quiero poner mal cuerpo a nadie, pero desde el inicio del año también ha habido algunas historias similares en mi entorno de amigos, que han perdido a sus padres casi en un suspiro. Tan real eso de que "la vida te cambia en un segundo", y yo no sé si tengo un exceso de empatía o qué pero lo sufro y lo paso mal, y entonces me sigo dando cuenta de que no estoy preparada para aceptar algo así, lo que a mí me parece inaceptable, y me cabreo y me enfando, contra algo que es también inevitable. También es cierto que en nuestro mundo, en nuestro entorno, y más aún en el mío, la muerte es un tabú, de ella se habla poco o nada, y no la vemos como una parte (la última) del ciclo natural de la vida.

Yo digo a veces "me gustaría tener fe" porque tengo la sensación de que quienes son creyentes aceptan mucho mejor el duelo, pero yo no lo soy, y no me voy a convertir de la noche a la mañana. Quizás no sea tanto una cuestión de creer o no, sino de aceptar o no.

¿Y por qué dije al principio estas líneas lo de incluir las redes? Porque las redes (mi favorita es Instagram) nos muestran la mayor parte de las veces imágenes idílicas de vidas estupendas, pero también otras, y cada vez más, me ofrecen una imagen de solidaridad entre gente unida por una comunidad virtual. Las redes suponen en cierto modo, la unión con gente con tus mismos intereses. En la vida real uno no puede (normalmente) elegir con quien trabaja, quién será su vecino del quinto o con quién coincidirá en la cafetería a la hora del desayuno. Pero en este mundo de las redes al final acabas haciendo amigos con personas a quien le gusta lo que a ti, porque buscas cuentas sobre ello. Y a menudo esos lazos traspasan las redes y acabas haciendo amistad y cogiendo cariño a mucha de la gente que está al otro lado de la pantalla. Y aunque a quienes tenemos la suerte de estar acompañados (por familia, pareja, amigos...) nos pueda parecer extraño hay gente que está muy sola, o que se siente así en determinados momentos, y quizás en esas ventanitas que son nuestros teléfonos, nuestras tablets o las pantallas de nuestros ordenadores pueden encontrar un consuelo. Y por eso, aunque a veces me lo he planteado, no voy a dejar las redes sociales, simplemente trato de gestionarlas cada vez mejor.

En contra de lo que pueda parecer hoy he tenido un lunes bueno, pero me ha dado por pensar en todo esto.

Si habéis llegado hasta aquí, solo espero no haberos aburrido mucho.

Feliz semana.

Imagen de Internet






5 comentarios:

  1. Está bien eso de desahogarse, aunque sea con la sensación de estar divagando para uno mismo. Y qué gran verdad es esa de que la vida te cambia en un segundo; cuando menos te lo esperas además... Como bien dices no te vas a hacer creyente de la noche a la mañana, pero sí es cierto que la fe ayuda a aceptar ciertas cosas.

    ResponderEliminar
  2. Creo que poner nuestros miedos por escrito los hace un poco más pequeños, leernos es como leer a otro - y normalmente tenemos mejores consejos y palabras de aliento para los otros que para nosotros mismos.

    Y respecto a lo inevitable... solo podemos cambiar nuestra actitud al respecto ¡y no es fácil!

    :***

    ResponderEliminar
  3. Te leo y lloro... me entiendes.
    Creo que también es uno de mis mayores miedos.

    ResponderEliminar
  4. Un post profundo y lleno de sinceridad. La vida cambia en un segundo pero también es un inmenso regalo mientras dura, bien lo sabes ;) Ánimo.

    ResponderEliminar
  5. Si a todo Esther.
    La vida está íntimamente unida con la muerte y pensar en una es pensar en la otra.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Cuéntame