jueves, 6 de agosto de 2015

VACACIONES DE VERANO III

El miércoles 8, tras un buen desayuno y la visita al Reina Sofía con el objetivo de ver el Guernica, poníamos rumbo al País Vasco, lugar que hacía ocho años que no visitaba y que mi costillo no conocía. Nos alojaríamos en Hondarribia, en un lugar de ensueño durante tres días, aunque nuesta primera parada sería Vitoria, ciudad desconocida para ambos, y donde el tiempo nos dio una pequeña tregua, con un poco más de fresco (nunca demasiado).

En Vitora hicimos solo una breve parada de poco menos de dos horas, como primera incursión y para conocer un poco la ciudad paseando por ella y merendar en una terraza. Nos gustó mucho su catedral, la de Santa María (fuente de inspiración de numerosos escritores y artistas) y su casco antiguo, cuyas calles conservan aún su trazado medieval con su característica forma almendrada. Sus palacios renacentistas, de estilo italiano del siglo XVI (Montehermoso, Villa Suso, Escoriaza-Esquível...) son otra de sus joyas, si bien sólo pudimos contemplarlos exteriormente a través de nuestro recorrido.

Aunque sin duda lo que más me gustó fue esa mezcla o integración de tradición y modernidad que tienen también otas ciudades vascas. Para muestra un botón: los grafitis que adornan la parte antigua en la subida a la zona más alta, hasta encontrarnos con la catedral.


Tras nuestra corta visita (nos hemos quedado con ganas de más, volveremos) nos dirigimos a Hondarribia, a conocer el que sería nuestro remanso de paz durante los próximos tres días, un alojamiento rural, a los pies del monte Jaitzkibel junto a los humedales o las marismas de Tkingudi, a las afueras de la bella localidad de Hondarribia, el Art & Relax Paperki Enea. Un lugar precioso, lleno de calma y regentado por dos artistas del papel, Kikis y Josefo, que te hacen sentir como en casa y preparan unos desayunos excelentes, todo ello a un precio genial, 55 € por noche, a lo que hay que sumarle el desayuno, que preparan con esmero previo aviso, y como a mí me gusta (con salado y dulce, tostadas y bizcochos o croissants, fiambres, queso, frutas, cereales, tés, cafés, infusiones). Podéis echar un vistazo a su página, si la llámais los precios son mejores que en cualquier buscador. A nosotros nos encantaría volver.

Vistas desde la habitación

Esa tarde-noche nos dedicamos a descansar un poco, visitar Hondarribia y tomar unos pintxos en el centro en un bello rincón, acompañados por la música de un chico que cantaba estupendamente, si bien en la elección del lugar no estuvimos muy acertados, comimos rico, pero escasamente, con un ritmo demasiado slow y tarde. Íbamos buscando un restaurante, el Gran Sol, recomendabo por mi amiga y que encontramos cerrado. Parece ser que un miércoles a partir de las 22 horas era un poco tarde para cenar por estos lares.

Los días posteriores, los dedicaríamos a visitar San Sebastián, una ciudad que me encanta y que ya conocía bien de otras ocasiones, porque tengo una amiga de mi pueblo que se enamoró de un vasco, de Rentería para más señas, y que lleva allí díez años. La visité en dos ocasiones, la última por su boda, y tras ocho años sin verla esta fue la mejor parte del viaje, estábamos hasta nerviosas, y en la mañana del jueves me planté en la peluquería en la que trabaja, en el centro de San Sebastián (en adelante Donosti, que es más corto) para darle una sopresa.

El Cantábrico desde el Monte Jaitzkibel
Pasajes San Juan
Antes de la visita a mi amiga llevé a mi costillo a Donibane o Pasajes San Juan, que junto a Pasajes San Pedro, son las dos aldeas que conforman el municipio de Pasajes, un lugar precioso de calles empedradas en torno a la ría (cauce del Oyarzun) y el puerto de Pasajes, con rincones de singular belleza y un montón de sitios donde tomar unos pinchos o comer estupendamente. Entre los más recomendables el Txulotxo y el Casa Cámara, aunque en esta ocasion nosotros comeríamos en Donosti, concretamente en La Espiga, muy cerca de la Concha y del Hotel Londres en la calle San Martzial. Buenas opciones son también el Gambara, La Cuchara de San Telmo o La Mejillonera (estos dos últimos en la parte antigua y cada uno de un estilo distinto). El último es un bar tipo tasca para tomar unas patatas bravas, unos calamares o unos mejillones de pie, acompañados de unas cervectias o unos txacolís, no es un sitio para una comida lujosa o romántica, pero a mí me encanta. Así que allí también llevé a mi costillo. En la zona del puerto también hay lugares magníficos para comer buen pescado o marisco. Pero podría seguir y no parar, porque hay pocos lugares en Donosti donde no se coma bien (salvo que te vayas a un Burguer King, Mc Donnals o similar, lo cual tendría delito).

Y en Donosti habría tanto por ver y hacer que fue un no parar, pero ya se sabe que "sarna con gusto no pica", entre esperar a mi amiga que saliera del trabajo mientras recorríamos el casco antiguo y el puerto, merendar con ella en la Perla y que sea como si no hubiera pasado el tiempo y que la horas pasen sin darnos cuentas, irnos a Rentería al Pincho-Pote (los jueves durante unas horas, de 19 a 21 horas en este caso te ponen pintxo gratis con la bebida) para ver a su marido y conocer (al fin) a su hijo. Así que jueves y viernes nos lo pasamos prácticamete en Donosti, quería que mi costillo subiera a Monte Urgull y a Monte Igeldo (con ese parque de atracciones tan vintage, como se dice ahora, que me fascina), con esas vistas, subir en funicular, visitar la playa de Ondarreta, ver el Peine de los Vientos de Chillida (que a mí me encanta) y quedar con ellos el viernes noche para cenar en un lugar estupendo, un caserío en el campo, a las afueras de Rentería, donde los más osados comieron un codillo con una pinta brutal, y yo una tortilla de bacalao exquisita. Y quizás me estoy enrollando mucho, con la comida y con todo, pero esta tierra bien lo merece. Y aún así me dejo cosas en el tintero, como las anchoas o el queso Idiazábal.

Y es que cuando pienso en País Vasco pienso en un país para comérselo, je je. Es una tierra que me tiene enamorada, tanto por sus paisajes, su gastronomía, como por su gente.

Donosti desde Monte Igeldo


Resulta imposible no dejarse nada en el tintero, pero como aún queda mucho viaje, por hoy, paramos aquí. Próximo destino: País Vasco francés (San Juan de Luz, Biarritz y Bayona) y Burdeos (la France, al fin).


6 comentarios:

  1. yo también estoy enamorada de esa zona! pero te crees que el sr. torres nunca ha ido? creo que piensa que si vamos no querré volver xD

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  2. Lo tienes que llevar, mis años he tardado yo en llevar al Sr. Pérez, je je, y en volver, a mí siempre me dan ganas de quedarme allí

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  3. Yo tampoco lo conozco pero este post ha aumentado mis ganas de ir :)

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  4. San Sebastián es una de mis ciudades favoritas ya no solo de España sino del mundo. Me encanta, he estado mil veces y volvería mil más. Lo que tengo más abandonado es Hondarribia, que hace siglos de la última vez que pasé por allí...

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  5. Pillasteis un tiempo estupendo en el norte, que además en contraste con el calor del desierto de Madrid, aún os resultó más gratificante. Menudo viaje! Me sigues dando mucha envidia, que lo sepas :P

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