Dejamos Toulouse para partir rumbo a Carcassonne, una ciudad que sobre todo mi costillo estaba deseando conocer, pero que a mí también me encantó, y no nos decepcionó en absoluto, salvo por un aspecto que os cuento luego. El hotel que elegimos fue una maravilla, abrías la ventana y teníamos unas vistas magníficas, se llama La Rapière que se encuentra situado a unos 150 metros de la cité o ciudal medieval, en unos minutos estábamos a la entrada. Siendo además un sitio, el hotel, tranquilo y acogedor, y con climatización, cosa bastante de agradecer con esas temperaturas que sufrimos. No tienen página web pero podéis mirar el hotel en cualquier buscador. Dos cosas que no me gustaron del establecimiento: la primera que la puerta de entrada, que está pegada a un parking y un parque está abierta siempre, 24 horas, pero no hay nadie allí, es para que los huéspedes no necesitemos llave ni tarjeta para entrar, y te lo explican así, tan alegremente, pero a mí me provoca una inseguridad tremenda, porque puedo entrar yo y cualquiera que lo intente. Y luego la distribución un tanto extraña del cuarto de baño, distribuido en dos estancias distintas, una para el váter y otra con la ducha y el lavabo (como ya había visto alguna vez en algunas casas de Francia).
Carcassonne es famosa principalmente por su ciudadela o recinto medieval amurallado, que aunque muy restaurado (por Viollet-le-Duc) sigue siendo una pasada, nosotros que somos asiduos visitantes de castillos, fortalezas, y otros recintos amurallados (mi costillo es el señor de los castillos II) quedamos gratamente sorprendidos, es como volver a la Edad Media, salvo por un detalle, para mí nada insignificante, y es que una vez que traspasas el umbral de una de sus puertas te sientes en un parque temático, por la cantidad de tiendas, de reclamos para venderte, para que comas, los folletos, el trenecito y demás, que desde mi punto de vista le resta gran parte del encanto. Claro que es la atracción principal de una ciudad como ésta, y también que igual si no fuera así habría muchos turistas que ni la visitarían. Aún así, es fácil perderse y dejar atrás el bullicio para encontrar rincones solitarios por los que pasear, sobre todo si lo haces en días de calor como el que nos tocó y a las cuatro de la tarde, que sólo encontrábamos cuatro locos como nosotros.
Vistas desde la habitación |
Carcassonne desde el Puente Viejo. |
El canal de Midi a su paso por esta ciudad es también de una belleza tremenda, que nos permite disfrutar de un patrimonio natural muy cuidado. Me encantó pasear por allí y ver a las familias alojadas en barco, cenando en cubierta al atardecer, qué placer.
Volviendo al tema cena, partió de mí lo de buscar algo alejado de tanto turista, miré recomendaciones en internet, pero los lugares más recomendados estaban cerrados, y otro de los que buscamos no lo encontramos, por más que preguntamos, cuando nos vinieron a indicar bien dónde quedaba se nos hacía tarde y estaba en la quinta puñeta. Así que ante la impaciencia de mi costillo por esa diferencia con nuestra hora de cenar y que luego no íbamos a encontrar donde ir nos decidimos por uno que vimos en nuestro paseo y que era el restaurante de un hotel junto a la estación de tren (por tanto tenía un horario más amplio), concretamente en Le Bistro d'Augustin, que pertenece al Hotel Terminus. Un lugar un tanto retro pero con encanto, y comimos en exceso con una fórmula (menú) que en mi caso incluía una terrine deliciosa con ensalada, mejillones a la crema con patatas fritas (y a mí es que esta idea belga de los mejillones con patatas fritas a voluntad es que me pierde) y una crêpe con Nutella buenísima. Todo ello tamaño gigante, que recuerdo que mi costillo se pidió de primero una ensalada por aligerar, y era enorme, y además con bacon frito y mil cosas más, de todo, menos ligera, pero muy rica.
Atardecer desde el Puente Viejo |
Hasta aquí nuestro paso por Carcassone, donde entre otras cosas compré una bolsa con lavanda que huele de maravilla para rellenar algunos adornitos costuriles que tengo en mente.
Al día siguiente nos esperaba Perpignan, ciudad elegida por mí que nos decepcionó bastante, anotada queda para no repetir. No sé si contaros mucho sobre ella, porque algunas cosas buenas tiene, entre ellas parques, el canal de Midi de nuevo, que creo que es la única parte cuidada de la ciudad, y para mí poco más, algún rinconcito escondido de la ciudad.
Perpignan estaba en nuestro itinerario y como parada por mi culpa, como historiadora que soy me atraía conocer algo de esa ciudad a la que durante la dictadura franquista en nuestro país escapaban los españolitos de entonces para ver películas que aquí estaban prohibidas. Luego, las páginas de turismo, y algún bloguerao de viajes, cuyo viaje habían patrocinado la ponían bastante bien, y francamente para mí fue un desencanto.
Como he dicho el Canal de Midi a su paso por allí es bien bonito y es una de las zonas bien cuidadas de esta ciudad. Por lo demás, me pareció una ciudad sucia, una ciudad de frontera, de esas como Vila Real de Santo Antonio en Portugal, donde la gente va para decir que ha estado en Portugal, o en este caso en Francia y comprar productos típicos de esos países. Para colmo fue el único destino de este viaje en el que no tuvimos suerte con el hotel. A través de Booking en este caso, reservé una noche en el mal llamado Hôtel L'eolienne, y digo mal llamado porque es una residencia de estudiantes de lo más cutre,sí, como dicen los comentarios de Booking las habitaciones tienen una decoración bonita (más o menos), pero apenas hay luz, no tiene aire acondicionado (y hacía un calor horrible) y la ventana enorme (que dejamos abierta) daba a un techo al que se podía saltar fácilmente desde cualquier habitación de nuestra planta, y francamente, el ambiente que había no era el más idóneo. El resultado fue que no dormí nada y la ventaja es que en cuanto amaneció nos largamos. La recepción del lugar brilla por su ausencia, en cuanto llegamos por allí la pareja que lo regentaba nos dio las llaves y desapareció. Las salas comunes, con máquinas de vending para desayunar un horror y un asco. En fin, nada recomendable, ahora entiendo por qué me cobraron de inmediato (sin avisar, al hacer la reserva) y sin derecho a devolución, cuando lo ves dan ganas de salir por patas. Para colmo de males está frente a un tanatorio, en los bajos tiene un supermercado Casino, cuesta encontrar por dónde se entra al "hotel" y el anunciado parking es un descampado junto al tanatorio y los aparcamientos del super. En fin, una delicia de sitio, del que yo me quise marchar, pero el costillo decidió que nos podíamos quedar esa noche, y así lo hicimos. Su ubicación tampoco es la más idónea, ya no por lejanía al centro sino por mala comunicación con el mismo, ya que es imposible volver en bus más allá de las 20 horas. Nada recomendable. Si pincháis en su web (totalmente desactualizada) cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. Y los comentarios de Booking, me cuesta mucho creer las valoraciones o comentarios de la gente.
Lo único bueno de esta ciudad fue que de forma casual nos encontramos a una pareja que conocemos de hace años en Ciao y a los que conocemos por las RRSS y nos saludamos y fuimos a tomar algo juntos a un bar, fue algo muy especial y que no esperábamos en absoluto, y también descubrir una mercería mega grande que me encantó y en la que compré varias cosillas, entre ellas una tela preciosa que tengo destinada a un regalo para alguien.
Canal de Midi en Perpignan |
Además de esto, es un lugar pintoresco, con unas calles tan bonitas y pobladas de flores, con fachadas de colores, vistas preciosas, y su trocito de mar inmenso (aunque trocito e inmneso sean una contradición). Apenas llega a los 3000 habitantes, aunque los turistas poblamos sus calles, sin llegar a ser exagerado como en Carcassonne. Es ya un pueblo Mediterráneo y menos francés. Lo primero que vemos nada más llegar y dejar el coche es su playa, de grandes piedras y aguas heladas, pequeña, pero con unas vistas impresionantes, la Iglesia de Notre Dame des Anges de un lado y el Castillo Real del otro.
Un pueblo con una larga Historia, que se remonta a la época fenicia y con la que no os pienso aburrir.
Collioure |
Un detalle y una calle cualquiera de Collioure |
Puerto, Collioure |
Vistas |
Mi ansiado baño |
Cerbère |
A este paso las crónicas viajeras me van a durar hasta el verano que viene, pero es lo que tiene la vuelta al cole, que me tiene más ocupada de lo normal.
Os habéis pegado unas vacaciones increíbles. Una pena que en Colliure no brillase más el sol, cuando yo visité la tumba del abuelo Antonio hacía un día radiante y tengo muy buenos recuerdos de ese lugar.
ResponderEliminarDeja, deja, que nosotros no queríamos sol, ya hacía bastante calor sin él, jeje.
Eliminartodo esto que has visitado me llama un montón... y mira que lo tenemos al lado pero nunca hemos ido, con lo fans que somos del juego de Carcassone x)
ResponderEliminarPues Carcassone al menos lo tenéis que visitar, si os gusta el juego además, seguro que os encanta la ciudadela ; )
EliminarA mí también me encantó Carcassone, aunque como bien dices parece a ratos un parque temático que le quita un poco su esencia... Nuestro hotel estaba justo al final del Puente Viejo, no tan cerca de las murallas como el vuestro. Y por cierto, me apunto Collioure porque tengo muchas ganas de conocerlo.
ResponderEliminarEn algún momento repetiremos Colliure, me encantaría pasar una noche allí, al menos.
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